domingo, 6 de septiembre de 2015

Capítulo II: Una poción aumentativa

-¿Sabes, Bella? Cuando me has dicho que me ofrecerías una taza de té yo pensaba que hablabas de… Bueno, ya sabés, té. -Susurró Tiana pegando el cuerpo a la pared. Se había visto arrastrada por Bella al mismísimo sótano del Colegio, bueno a uno de los muchos sótanos que formaban las cientos de cámaras ocultas.

-No te quejes tanto, lo hago por ti -replicó Bella en el mismo tono.

-Si lo hicieras por mi ya habríamos dado media vuelta… Hace rato que me he arrepentido de llevar a cabo tu loca idea.

-Ya, claro, hasta que en cualquier momento te desmayes por desnutrición -regañó la francesa sin dejar de hablar en susurros-. No le darás una buena imagen a la Directora si te presentas ante ella sin invitación, diciendo que vienes de un futuro apocalíptico, que te ha enviado un hombre tenebroso que hace vudú, y encima te desmayas en el acto por llevar desde los trece años sin engordar un gramo. Cállate y sígueme. Ya casi hemos llegado, créeme, llevo dos semanas investigando este castillo.

Tiana puso los ojos en blanco y la siguió por unas escaleras descendentes. Su estómago le regaló un pequeño rugido. “Me vienes que ni pintado”, pensó malhumorada mientras Bella le dirigía una mirada que parecía decir :”¿lo ves?”.

-Ya hemos llegado -dijo Bella, deteniéndose ante una puerta de madera que le llegaba por los hombros.- Quédate fuera vigilando, bueno, mejor entra que te acabo de ver en esa carita que si te dejo sola piensas escaparte.

Agarró a Tiana de la mano y ambas se agacharon para pasar por la puerta. Tiana, malhumorada, creía que ya nada podía sorprenderla, pero ahogó una exclamación al verse rodeada de pasillos y más pasillos repletos de estantes que contenían toda clase de cosas, desde frascos hasta jaulas.

-¿Ya sabes lo que haces, Bella?- “No, claro que no lo sabe. Está loca. Y me va a envenenar o a convertirme en sapo” se lamentaba para sí misma.

-Por supuesto. He hecho algunos cálculos rápidos por el camino. Si mezclamos medio caldero pequeño de poción aumentativa básica y ponemos la cantidad justa de ingredientes con lípidos concentrados como barba de ballena azul, pezuña de cerdo de corral, pezuña de jabalí, hormigas secadas al sol y piel de elefante en polvo… Bueno, creo que esos son todos, pero por si acaso me he traído el libro para no equivocarme ni una micra en cuanto a las proporciones. Además, necesito anotar en papel de pociones a dónde quiero dirigir la grasa, claro, sino se te podría ir toda a la cabeza o a los dedos y ugh… Qué desagradable. En fin, lo importante es que te hará engordar unos… diez kilos. ¿Te parece bien?

Tiana no había escuchado ni la mitad del discurso. Se había perdido en lo de la pezuña de jabalí. Se le revolvió el estómago y tuvo que apartar la vista de los estantes. Bella le sobresaltó poniéndole una mano en el hombro.

-¿Cuánto pesas, Tiana?

-Pues… unos cuarenta y uno o cuarenta y dos kilos. Pero, ¡qué asco! Si te crees que me voy a beber pezuña de cerdo con barba de jabalí, o lo que sea… Es que estás más loca de lo que creía. Y ya te creía loca.

Ahora era Bella quien no escuchaba. Se había tapado la boca con las manos.

-¡Cuarenta y dos kilos, válgame Dios! ¿Cómo te aguantas en pie? ¡Te voy a hacer engordar veinte kilos, no, no, treinta kilos!

Empezó a correr de un lado a otro cogiendo botes con cosas que Tiana no quería saber qué eran, hablando en francés con voz muy aguda y, sólo cuando se dió cuenta de que había empezado a sudar y le latían las sienes, se sentó con un bufido a los pies de Tiana y sacó un libro y un caldero pequeño de una faltriquera que a simple vista parecía no contener más de un par de lápices. Apiló a su alrededor todos los frascos que había ido recolectando y empezó a echarlos en el caldero siguiendo las indicaciones.

-Bien, por suerte la poción aumentativa ya viene preparada, porque sinó tardaríamos el doble… A ver, Tiana ¿cuánto habíamos dicho que te haríamos engordar? ¿Treinta kilos? -preguntó más para sí misma.

-Cuarenta, si te parece -suspiró Tiana con desgana mientras se sentaba a su lado.

-Ah, de acuerdo, cuarenta. -Bella apuntó el número cuarenta en el papel disolvente sin darse cuenta de nada.

-¿Estás loca? -casi chilló Tiana- ¡Era una broma! ¿Cómo voy a engordar cuarenta kilos de golpe? ¡Me petará el corazón!

Bella pareció despertar del trance. Justo a tiempo para no introducir en el caldero el papel disolvente.

-¡Ahí va, es verdad! Suerte que nos hemos dado cuenta a tiempo. Y también es verdad que podría acarrear problemas de salud engordar cuarenta kilos de golpe… No podemos saber cómo reaccionaría tu cuerpo… ¿Lo dejamos en veinte?

-Quince. Lo justo para encontrarme bien. Si sigo estando demasiado delgada ya me engordaré por mi cuenta. Porque, ¿sabes que no me fío un pelo del cacharro que estás preparando, verdad? ¿Lo habrás hecho más veces, verdad?

-¡Pues claro! -Bella asintió con la cabeza. muy segura- Pero nunca con pociones mágicas… He practicado cientos de veces con ingredientes caseros.

A Tiana se le cayó el mundo encima.

-Bueno, supongo que moriré sola en una mazmorra llena de botes asquerosos… ¡Y contigo preguntándote si habrá sido porque las hormigas secas están caducadas! Ay mamá, ¿Por qué a mí? Bueno, supongo que dentro de nada nos encontraremos y me podrás contestar...

Bella la miró con el ceño fruncido. Ya se estaba hartando de tanto pesimismo.

-Mira Tiana, la cosa es sencilla. Te estoy preparando una poción para que engordes algunos kilos y no se te marquen todos y cada uno de tus huesos y te encuentres con más fuerzas. Es sencillo. Además, de momento sólo saca humo amarillo, eso es bueno. No se me ocurriría dártela si el humo se empezase a volver rojizo. Ahora siéntate en silencio y déjame concentrarme en las proporciones o acabarás con un pie más grande que el otro.

Tiana se encogió de hombros y soltando un suspiro condescendiente se abrazó las rodillas. Empezó a canturrear una antigua canción referente a su ciudad, una canción popular que ya se cantaba antes de que su mundo decidiera empezar a enviar terremotos y enfermedades a diestro y siniestro. “Hay un sitio muy sureño y muy cerca de un río… Con mujeres realmente bellas y caballeros finos… Siempre hay ritmo en esta ciudad, de día y de noche no para jamás…”.

-¡Listo! -interrumpió Bella sobresaltándola- Ahora sólo queda añadir el papelito disolvente escribiendo a dónde quiero enviar estos quince kilos de grasa.

Sin esperar respuesta se puso a hacer porcentajes incluyendo su abdomen, muslos, pechos, brazos y otras partes de su cuerpo, mientras Tiana seguía con su cancioncita: “Y cuando oyes el ritmo sonar el esqueleto se pone a bailar. Tráete amigos, vente ya… qué colores, qué diversidad... suave el aire, qué ciudad… Bienvenido a Nueva Orleans…”

Volvió a suspirar y se encontró con una sonriente Bella que la miraba sin poder ocultar su entusiasmo.

-¡Ya he acabado! Pero quería dejarte acabar tu canción… Es evocadora y pegadiza, tienes una voz bonita, grave y profunda. Pega contigo.

-Gracias -dijo Tiana sonriendo con tristeza- me gusta cantar, aunque nunca he hecho otra cosa que servir bebidas con vestiditos que enseñan más que tapan. Mi madre sí que cantaba bien. Aunque se la llevó el último azote de viruela o ébola o vete a saber… Tampoco quedaban médicos ya. Vaya, perdona, perdona -Se interrumpió al ver que estaba contando demasiado sobre su vida. Bella le cogió una mano con cariño.

-Oye, oye, no te preocupes. Soy tu amiga y siempre me podrás contar lo que quieras contarme. Yo tampoco he tenido una vida muy fácil, aunque supongo que no es comparable. Nunca he tenido la entereza que tienes tú, yo en tu lugar no me atrevería ni a abrir los ojos. Por eso déjame hacer algo por tí, ¿sí? Bébetelo en tres sorbos y pestañea luego dos veces para que haga efecto.

-Está bien, francesa loca, confiaré en ti… Aunque si acabo con un pie más grande que el otro que sepas que te pegaré una patada en el culo con el pie grande…

Las dos rieron y Tiana quiso aparentar una seguridad que no tenía, así que agarró con fuerza el caldero y se lo llevó a la boca.

-¿Se puede saber qué hacéis vosotras dos aquí? -Una voz aguda y chillona, con un acento marcado hizo que el corazón les diera un vuelco. Se miraron un momento, Tiana fulminó a Bella “si no nos mata ella te mato yo”, Bella se había quedado bloqueada, por unos instantes su elocuencia la había abandonado. Se giró despacio (Tiana ni se molestó) para ver quién sería la responsable de su muerte, o peor, su expulsión.

-Nosotras, nosotras… Queríamos consultar unas dudas, comparando eh… las ilustraciones del libro… con los ingredientes de verdad… creo. ¿Verdad, Tiana? ¿Verdad?
-Déjame, no estoy -espetó Tiana.

-De verdad, profesora que nosotras… ¡un momento! -se detuvo en seco- ¡Tu no eres una profesora! ¡Debes tener nuestra edad, un par de años más como mucho! Menudo susto nos has dado, aunque también una lección. Si nos cubres hasta que acabemos te cubriremos luego a tí.

A Tiana se le escapó la risa y acabó girándose también para ver a quien habían confundido con una profesora. Era una chica alta y delgada, con grandes gafas de media luna y un delantal manchado de una sustancia rosa. Parecía que estuviese estado haciendo travesuras, justo como ellas dos. Pero su cara no daba ni un signo de complicidad.

-Pues para tu información, listilla, soy Honey Lemon, graduada en Acedera y profesora de Pociones. Tú, listilla, ahora me dirás qué estás haciendo en uno de mis laboratorios, si no quieres explicárselo directamente a Campanilla de Cobre.

Bella tragó saliva. ¡Su primera bronca! ¡Y aún no habían empezado el curso! ¿Cómo podía ser? ¡Ella era la alumna perfecta! Se armó de valor.

-Sólo quería hacerla engordar un poco, profesora Honey Lemon. Ha venido aquí sin invitación, por medio de magia oscura, de un mundo muerto y… y… -hablaba muy rápido, comiéndose sus propias palabras- Está muy delgada. Ha pasado hambre y está desnutrida. Sólo quería darle un aspecto más saludable antes de pedir audiencia con la Directora porqué verá… Como he dicho, no ha llegado con la invitación sino por… otros métodos y…

-Vaya -dijo Honey Lemon, suavizando algo el semblante- sí que está delgada tu amiga. Mira, sólo porque el curso pasado fui alumna aquí, os daré cuartel y supervisaré la poción para que se la tome tu amiga. Si alguien pregunta, habéis tenido mi consentimiento. Sólo por esta vez. Y si nos volvemos a encontrar llámame solo Honey. No seré tu profesora.

-¡Gracias! ¡Gracias prof… Honey! -se corrigió Bella, llena de entusiasmo. Tiana seguía con su actitud “yo no estoy aquí, no me miréis” pero se había atrevido a levantar un poco la mirada.- Pero… ¿cómo sabe que no me dará clase?

Honey le guiñó un ojo.

-De hecho diría que no os daré clase a ninguna de vosotras dos, aunque en tu caso estoy bastante más segura, listilla. Daré clase a Clemátida y Lunaria y sé reconocer a mis hermanas Acederas incluso antes de que se reconozcan a ellas mismas.

-¿Perdón? ¿Hermanas? ¿Ace… qué? -preguntó Tiana como si acabase de despertar.

-¡¡SÍ!! -Chilló Bella, mientras pataleaba de la emoción. -¡Sí, sí, sí, sí!


N/A: Desde aquí pido perdón a todos los Potterheads por este guiño tan estúpido... Sí, me refiero a lo de la muerte y la expulsión. Pero lo necesitaba, de verdad. ¡En serio! ¡Bella y Hermione! ¿Quién no lo ha pensado?


1 comentario: